Los precios del crudo Brent y WTI se elevaron a sus niveles más altos en siete semanas, impulsados por expectativas positivas derivadas de las negociaciones comerciales entre EE.UU. y China. Sin embargo, factores como el mantenimiento de refinerías chinas limitaron el impacto en las importaciones. Este artículo analiza las implicancias de estos eventos en el mercado energético global.
Fecha:Friday 13 Jun de 2025
Gestor:INSTITUTO ISIEN
Durante la primera semana de junio de 2025, los precios del petróleo Brent y WTI alcanzaron valores máximos de casi siete semanas, situándose entre los 67 y 69 dólares por barril. Este repunte responde principalmente a los avances diplomáticos en las tensas relaciones comerciales entre Estados Unidos y China, que representan dos de las mayores economías y consumidores energéticos del mundo. A medida que el mercado percibe señales de deshielo en las fricciones económicas, aumenta el optimismo sobre un fortalecimiento de la demanda global de crudo.
La estabilización del precio ha sido un alivio para los países productores y las compañías petroleras, que enfrentaron meses de incertidumbre debido a tensiones geopolíticas, presiones por la transición energética y la desaceleración económica de grandes potencias. Esta reciente alza refleja no solo la influencia directa de las decisiones políticas y comerciales, sino también el complejo engranaje que define el equilibrio entre oferta y demanda en el mercado energético global.
Sin embargo, el crecimiento de los precios del crudo no ha sido uniforme ni sostenido en todos los frentes. Aunque los futuros reaccionan positivamente ante los anuncios diplomáticos, persisten factores estructurales que impiden una recuperación plena de las importaciones chinas, como el mantenimiento programado de refinerías y la acumulación de inventarios por compras adelantadas en trimestres anteriores.
Las señales de cooperación entre Estados Unidos y China han sido interpretadas por los mercados como una oportunidad para relanzar los flujos comerciales y normalizar la inversión transnacional. En lo que respecta al petróleo, un acuerdo de entendimiento entre ambas potencias suele traducirse en un incremento de la confianza del mercado, estimaciones más optimistas sobre el crecimiento económico y, por ende, mayor consumo de energía. Estas expectativas actúan como un impulsor indirecto del precio del barril en los mercados internacionales.
Desde 2018, las disputas arancelarias y las sanciones cruzadas entre Washington y Pekín generaron importantes distorsiones en los mercados energéticos, llevando incluso a China a diversificar su cartera de proveedores y a EE.UU. a buscar clientes más allá de Asia oriental. Ahora, con la reanudación de conversaciones multilaterales y la posible firma de nuevos pactos comerciales, se prevé una normalización progresiva de las relaciones y un impulso indirecto a las importaciones energéticas del país asiático.
Este clima de diálogo también ha reducido momentáneamente la volatilidad de los precios del crudo, que en meses anteriores reaccionaban de forma abrupta ante cualquier ruptura de negociaciones o imposición de nuevos aranceles. La estabilidad proyectada por los mercados puede incentivar inversiones a corto plazo, pero sigue condicionada a la consolidación real de los acuerdos y a los indicadores macroeconómicos de ambas economías.
A pesar del impulso positivo de las negociaciones, China continúa reportando una caída sostenida en sus importaciones de crudo, una paradoja que contrasta con las expectativas del mercado. Esta disminución responde principalmente a la parada técnica de diversas refinerías, que realizan mantenimiento periódico durante esta época del año. Como resultado, la capacidad operativa nacional ha disminuido, limitando la necesidad de nuevos embarques de petróleo.
Además del mantenimiento, otro factor clave es la sobreacumulación de reservas compradas durante los picos de tensión comercial, lo cual reduce la urgencia de nuevas adquisiciones. China, anticipándose a posibles escenarios de bloqueo arancelario, realizó grandes compras en trimestres anteriores, lo que le ha permitido mantener niveles estratégicos de petróleo sin depender de nuevas importaciones en el corto plazo. Esto ralentiza el efecto directo de las negociaciones diplomáticas sobre la demanda real.
Sin embargo, los analistas consideran que esta tendencia será temporal y que las importaciones chinas podrían volver a crecer hacia el tercer trimestre del año. Con la reactivación paulatina de las refinerías, y si se consolidan los acuerdos con EE.UU., se espera un nuevo impulso a la compra de crudo, especialmente si se reafirman los compromisos de crecimiento industrial e infraestructura que acompañan los planes quinquenales del gobierno chino.
En el otro lado del eje geopolítico, Estados Unidos ha aprovechado las negociaciones para reconfigurar su estrategia de exportación de crudo. Gracias al incremento de su producción en la Cuenca Pérmica y otras zonas shale, el país se ha convertido en uno de los mayores exportadores del mundo, con capacidad de redirigir sus envíos según las condiciones del mercado. Las perspectivas de un acuerdo con China representan una posible reactivación de sus envíos hacia el mercado asiático, uno de los más lucrativos y estratégicos.
El gobierno estadounidense también ha influido en los precios al tomar decisiones relacionadas con sus reservas estratégicas. En los últimos meses, se suspendieron temporalmente algunas liberaciones de crudo desde la Reserva Estratégica de Petróleo (SPR), en parte para no presionar a la baja los precios justo cuando se intentaba estabilizar el sector energético nacional. Esta maniobra, unida al optimismo comercial, generó un ambiente propicio para la recuperación del Brent y el WTI.
En el plano político, la administración actual busca equilibrar la promoción de energías limpias con el sostenimiento de una industria petrolera rentable. El discurso hacia China también se ha suavizado con miras a obtener beneficios mutuos, tanto en la exportación de energía como en el comercio de tecnología energética. En este contexto, el petróleo se convierte en una pieza clave de una diplomacia energética que mezcla pragmatismo económico y estrategias de influencia global.
Los mercados financieros reaccionaron positivamente a los avances entre EE.UU. y China, con alzas en los precios del crudo y mejoras en los índices de compañías petroleras. Tanto el Brent como el WTI rompieron sus techos recientes, impulsando expectativas de que el segundo semestre de 2025 podría registrar precios estables o incluso crecientes, siempre que se mantenga el clima favorable entre las dos potencias. Esta percepción optimista ha provocado también aumentos en las inversiones en futuros energéticos.
Sin embargo, los analistas coinciden en que esta recuperación sigue siendo frágil. Si bien el avance diplomático genera confianza, aún persisten riesgos macroeconómicos globales como la inflación, la incertidumbre monetaria y la desaceleración industrial en varios países. Todo ello puede contrarrestar el impulso que ofrecen las negociaciones comerciales, y más aún si se retoman medidas proteccionistas o surgen nuevos focos de tensión geopolítica en otras regiones.
En el corto plazo, el foco seguirá estando en el volumen real de importaciones chinas, las decisiones sobre producción de la OPEP+ y los indicadores económicos de Estados Unidos. Si estos factores se alinean favorablemente, el precio del petróleo podría sostenerse por encima de los 65 dólares por barril. De lo contrario, una corrección podría devolver los precios a los niveles previos al anuncio de negociaciones.
A más largo plazo, la influencia de las negociaciones EE.UU.–China sobre los precios del crudo será cada vez más moderada frente a otros factores estructurales. Entre ellos destacan la transición energética global, el crecimiento de la movilidad eléctrica, los objetivos climáticos y la presión por descarbonizar la industria. En este nuevo escenario, el petróleo deberá competir con alternativas más sostenibles y afrontar una demanda que, aunque estable en el corto plazo, podría alcanzar su punto máximo en la próxima década.
No obstante, mientras persistan los compromisos de crecimiento económico y expansión industrial, tanto EE.UU. como China seguirán dependiendo del petróleo como insumo estratégico. La diplomacia energética entre ambas potencias seguirá siendo un factor clave en la evolución de los precios, pero ya no será el único. Las decisiones de inversión, el desarrollo de energías alternativas y la regulación ambiental definirán el nuevo equilibrio del mercado.
Finalmente, el sector petrolero también deberá adaptarse a la exigencia de mayor transparencia, estabilidad regulatoria y compromiso ambiental. El diálogo entre China y Estados Unidos puede ser un catalizador de esta transformación si se traduce en cooperación tecnológica y coordinación energética. En ese caso, el petróleo no solo sería una fuente de tensión o beneficio comercial, sino también un espacio para acuerdos en pro de un modelo más equilibrado de desarrollo global.