Récord de renovables y resurgimiento del carbón: el dilema energético global de 2025

SUCESO IMPORTANTE EN EL SECTOR ENERGÍA RENOVABLE

Durante 2025 se proyectan añadidos sin precedentes de capacidad renovable: 380 GW solares, 140 GW eólicos y 120 GW térmicos, superando en más del 50 % anteriores estimaciones. Simultáneamente se han aprobado 11,29 GW de nueva capacidad de carbón en el primer trimestre, despertando alarmas sobre sobredimensionamiento. El choque entre la transición limpia y la continuidad del carbón revela tensiones estructurales en la política energética global. El futuro dependerá de equilibrar la sostenibilidad con la seguridad de suministro.

Récord de renovables y resurgimiento del carbón: el dilema energético global de 2025

Fecha:
Monday 21 Jul de 2025

Gestor:
INSTITUTO ISIEN

El panorama energético de 2025 combina un fuerte impulso renovable con un inesperado renacimiento del carbón térmico. La estimación de añadir 380 GW de energía solar, 140 GW eólica y 120 GW térmica para el resto del año marca un hito en la ambición climática global. Esto significa un aumento solar superior al 50 % frente a pronósticos previos.

Sin embargo, la aprobación de 11,29 GW de nueva capacidad de carbón en el primer trimestre plantea interrogantes sobre coherencia y estrategia. Después de un descenso en 2024, este crecimiento del carbón resalta la tensión entre asegurar el suministro y afrontar metas climáticas.

Este artículo analiza en profundidad estos dos fenómenos: la explosión renovable y la expansión del carbón, evaluando sus consecuencias, desafíos y qué implican para la futura arquitectura energética mundial.

 

Crecimiento solar sin precedentes

Los 380 GW solares proyectados para añadirse en lo que resta de 2025 representan una expansión sin precedentes. Esta cifra supera en más de un 50 % las proyecciones de los principales industriales fotovoltaicos. Destaca especialmente el segmento doméstico de China, que ha sumado 182 GW solo entre junio y diciembre, subrayando su liderazgo global.

Este auge refleja no solo los incentivos estatales, sino también la caída continua de costes en paneles solares, lo que refuerza su competitividad frente a los combustibles fósiles. La inversión masiva despierta, además, un ecosistema industrial robusto y una cadena de suministro cada vez más consolidada.

Sin embargo, este crecimiento plantea desafíos al sistema eléctrico, en particular la necesidad de modernizar redes y mejorar la gestión de la intermitencia, para garantizar que la producción limpia pueda integrarse masivamente sin desbordar los sistemas de consumo.

Expansión eólica sólida

La meta de 140 GW de nueva energía eólica para 2025 complementa el renacimiento solar. Este avance viene acompañado de mejoras tecnológicas como turbinas de mayor capacidad y más resistentes, así como una apuesta creciente por la eólica offshore en regiones costeras.

Aunque más modesta que el solar, la energía eólica aporta estabilidad al mix renovable al cubrir franjas horarias diferentes. Su integración efectiva depende de inversiones en almacenamiento y sistemas de previsión meteorológica avanzada para equilibrar la variabilidad.

La combinación de solar y eólica consolida una transición energética más equilibrada y robusta, aunque ambos requieren una infraestructura flexible y resiliente para maximizar su potencial medioambiental y operativo.

Incremento de capacidad térmica

Los 120 GW térmicos previstos para 2025 pueden abarcar plantas de gas, biomasa o incluso de ciclo combinado; son esenciales para respaldar el pico de demanda y cubrir los huecos de producción renovable. Estas adiciones buscan reforzar la seguridad energética, evitando crisis ante déficit de generación.

Se espera que esta capacidad térmica funcione de manera complementaria, encendiéndose solo en escenarios de escasa disponibilidad solar y eólica. Pese a que su huella de carbono es menor que la del carbón, plantea retos de emisiones y eficiencia.

La clave para su éxito radica en plena integración con sistemas de almacenamiento y redes inteligentes, orientados a que estas plantas actúen como respaldo flexible y no como base de un nuevo modelo fósil.

 

Resurgimiento del carbón y sus implicaciones

  • Aprobación de nueva capacidad

Tras la caída de 2024, el primer trimestre de 2025 registró aprobación de 11,29 GW de nuevas plantas de carbón térmico. Esto representa una clara desviación de la senda de descarbonización, con pandemia y cambios de discurso entre los factores.

La acumulación normativa de estos permisos plantea el riesgo de sobredimensionamiento. Con capacidad existente suficiente para cubrir la demanda, estos proyectos pueden quedar como “activos varados” si la transición avanza tal como lo exigen los objetivos climáticos.

En un contexto global que exige acelerar la reducción del carbón, este movimiento sugiere tensiones entre prioridades nacionales de seguridad energética y compromisos climáticos.

  • Riesgo de sobredimensionamiento

Autoridades y expertos advierten que estos 11,29 GW pueden conducir a una sobrecapacidad que eleve los costes de mantenimiento y amortización. Si la demanda no crece al ritmo proyectado, podría generarse evidencia de capacidad infrautilizada, provocando cargas económicas significativas.

Además, sumando estos nuevos proyectos a los 289 GW aprobados entre 2021 y 2025, se da un paso atrás frente al objetivo de neutralidad climática hacia mediados de siglo. El desafío está en evitar que estas nuevas plantas operen décadas, perpetuando emisiones.

Superar estos excesos requerirá planificación ajustada, cancelación de proyectos no esenciales y transición estructurada hacia fuentes limpias, sin comprometer la capacidad instalada ni generar pérdidas económicas.

  • ¿Obsolescencia prematura?

Existe la posibilidad de que estas plantas queden obsoletas antes de recuperar su inversión, ante la presión creciente de normas y costos por carbono. Las normativas de neutralidad del carbono pueden encarecer su funcionamiento y desincentivarlo.

Además, la rápida caída de costes en renovables y almacenamiento puede hacerlas redundantes, al ofrecer alternativas económicas y limpias. El dilema es si avanzar con estas plantas podría desaprovechar recursos y frenar el avance hacia un sistema bajo en carbono.

Un replanteo estratégico se impone, evaluando la viabilidad de cada proyecto en función de las tendencias tecnológicas, las condiciones de mercado y las políticas ambientales futuras.

 

Contraste: renovables vs. carbón

  • Seguridad vs. sostenibilidad

El impulso renovable se percibe como prioritario para mitigar el cambio climático. Sin embargo, la expansión del carbón subraya las preocupaciones sobre la fiabilidad del sistema energético, especialmente ante eventos climáticos extremos o falta de respaldo térmico.

Mientras los renovables ofrecen emisión cero en funcionamiento, dependen de redes más dinámicas y sistemas de respaldo. El carbón, pese a ser alto en CO₂, aporta estabilidad. El reto es lograr un mix que integre ambos sin comprometer objetivos ambientales.

La estrategia óptima pasa por una transición donde el carbón actúe como respaldo temporal, disminuyendo su estado operativo progresivamente, mientras las renovables y el almacenamiento ganan protagonismo.

  • Coexistencia temporal

La coexistencia de energías limpias con infraestructuras fósiles se considera inevitable en el corto y medio plazo. Sin embargo, debe estar limitada a periodos transitorios, con un calendario claro para reducir la dependencia del carbón.

El plan integrado de energía debe incluir fases de desmantelamiento o reconversión de plantas térmicas, acompañadas de inversión en redes inteligentes y almacenamiento, para que el respaldo sea sostenible y eficiente.

La coordinación entre gobiernos, inversores y reguladores será clave para evitar desequilibrios y asegurar que la política energética no pierda rumbo hacia la descarbonización.

  • Señales contradictorias

El impulso masivo de renovables junto al repunte del carbón envía un mensaje mixto al mercado: por un lado urgencia verde, por otro cautela ante la volatilidad energética. Esta paradoja podría desincentivar inversiones limpias si se perciben contradicciones regulatorias.

Los inversionistas requieren certidumbre y marcos predecibles. Anuncios difusos sobre futuros del carbón y las renovables pueden erosionar la confianza, ralentizar despliegues de proyectos limpios y disparar el costeo de capital.

Para atraer capital hacia las tecnologías bajas en carbono, la estrategia energética debe ser coherente, con señales claras sobre la disminución del carbón y el rol creciente de renovables y almacenamiento.

 

Riesgos y oportunidades

  • Desafíos de integración

El volumen de 380 GW solar y 140 GW eólico exige una modernización urgente de las redes. Se requieren inversiones en sistemas inteligentes, mayor flexibilidad operativa y capacidad para gestionar picos de generación intermitente.

Las desconexiones y restricciones por saturación local son ya frecuentes. Sin adaptación, las renovables no podrán aportar plenamente a la matriz energética y podrían generar pérdidas sociales y económicas.

La oportunidad está en promover infraestructuras híbridas (solar+almacenamiento), impulsar interconexiones regionales y mejorar definición de mercados para servicios auxiliares en favor de un sistema robusto.

  • Inversión en respaldo térmico

La capacidad térmica proyectada de 120 GW puede jugar un papel crucial como complemento, siempre que esté diseñada para operar con gas, biomasa o tecnología de ciclo combinado, maximizando eficiencia y reduciendo emisiones.

Estas plantas deben funcionar como respaldo rápido en lugar de generadoras de base. Su diseño y operación deben facilitar arranques y apagados frecuentes, soportados por regulaciones y mercados adecuados.

La regulación puede incentivar esta flexibilidad con pagos por capacidad o servicios auxiliares, haciendo que estas plantas sean rentables sin competir directamente con las renovables.

  • Riesgo de stranded assets

Las plantas de carbón podrían convertirse en activos varados si se afianza la transición global, especialmente con normativa de carbono y fiscalización financiera. Se necesita evaluar su viabilidad futura.

El riesgo es perder capital y generar impacto económico negativo. En cambio, plantear reconversiones a biomasa o captura de carbono puede prolongar su vida útil bajo un enfoque más sostenible.

Los países deben decidir si asumir el coste de cierre anticipado o reconversión, o bien priorizar una senda energética que minimice riesgos financieros y ambientales.

 

Propuestas estratégicas

  • Plan energético nacional

Los gobiernos deben diseñar planes claros, con hitos de reducción del carbón y cronogramas para infraestructuras verdes. La coherencia política es clave para evitar contradicciones.

Se requiere un marco de transición que contemple incentivos a las renovables, penalizaciones progresivas al carbón y mecanismos de apoyo al respaldo eficiente y almacenaje.

Esto dará señales firmes a inversores y operadores, atrayendo capital hacia tecnologías limpias y garantizando la estabilidad del sistema eléctrico.

  • Flexibilización y digitalización de la red

Invertir en redes inteligentes, retrofits de plantas existentes y tecnologías como hidrógeno o baterías es clave para integrar 520 GW de renovables y respaldo térmico sin comprometer la seguridad del suministro.

Las redes deben permitir gestión en tiempo real, optimización de flujos y adaptación a la variabilidad. El desarrollo de microrredes y almacenamiento distribuido ayudará a aliviar cargas en momentos críticos.

El objetivo es pasar de un sistema centralizado a uno descentralizado y resiliente, manteniendo calidad de servicio y reduciendo fugas de energía.

  • Evaluación económica y climática

Es esencial que cada nueva instalación energética se acompase a un análisis de coste-beneficio integral que considere emisiones, precio de vida útil y riesgos de obsolescencia.

Estudios comparativos con renovables, carbón y respaldo térmico guiarán inversiones hacia tecnologías con mejor retorno económico-social y ambiental.

Además, la transparencia en licitaciones y planificación mejorará la toma de decisiones y la confianza del público y mercados.

 

Conclusión

El 2025 está marcado por una dualidad energética sin precedentes: se inaugura una era de potencia renovable masiva, mientras el carbón renace con nuevas aprobaciones. El desafío es gestionar esta coexistencia de manera racional, en función de la sostenibilidad y la seguridad energética.

Lograrlo depende de fortalecer redes, flexibilizar el respaldo, balancear inversión pública y privada, y mantener una hoja de ruta climática clara. Solo así se evitará que el carbón se convierta en un obstáculo para la transición.

El año ofrecerá lecciones fundamentales: tanto en transformar la matriz energética global, como en administrar con prudencia los residuos del pasado fósil. La ambición renovable tiene impulso, pero requiere disciplina estratégica para consolidarse.

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Jeisson Peña



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