China ha logrado reducir sus emisiones de CO₂ en un 2,8 % durante el primer trimestre de 2025, a pesar de haber aumentado su demanda energética en un 4,2 %. Este avance se debe al uso masivo de energías renovables, electrificación industrial, transporte sostenible y políticas públicas ambiciosas. Se han desplegado más de 85 GW de nueva capacidad solar y eólica, junto con tecnologías como baterías y plantas de hidrógeno verde. La estrategia climática del país está siendo reconocida a nivel internacional como un modelo para otras economías en desarrollo.
Fecha:Wednesday 28 May de 2025
Gestor:INSTITUTO ISIEN
Pekín, 28 de mayo de 2025 — En un contexto global en el que la lucha contra el cambio climático se ha vuelto una prioridad inaplazable, China ha marcado un hito inesperado al reportar una reducción en sus emisiones de dióxido de carbono (CO₂) durante el primer trimestre de 2025, a pesar de registrar una de las mayores subidas en la demanda energética de los últimos años. Este avance ha sido posible gracias al uso intensivo de tecnologías limpias, políticas públicas ambiciosas y una transformación estructural de su matriz energética.
De acuerdo con el más reciente informe publicado por el Centro de Investigación en Energía y Aire Limpio (CREA), China experimentó una caída del 2,8 % en sus emisiones de CO₂ en comparación con el mismo período de 2024, mientras su consumo energético total creció un 4,2 %. Este fenómeno, considerado poco común en economías industrializadas, representa un cambio de paradigma y posiciona al país asiático como líder en innovación climática dentro del mundo en desarrollo.
Tecnología limpia y despliegue renovable: los motores del cambio
El factor central que explica esta desacoplamiento entre crecimiento económico y emisiones es el despliegue masivo de energías renovables. Solo en el primer trimestre de 2025, China añadió más de 85 gigavatios (GW) de capacidad solar y eólica, con megaparques construidos en regiones como Mongolia Interior, Gansu y Xinjiang. En paralelo, se ha mejorado la eficiencia de las redes eléctricas mediante la implementación de sistemas de gestión inteligente y almacenamiento energético a gran escala.
Además, la expansión de los sistemas de baterías de litio y las primeras plantas comerciales de hidrógeno verde han permitido integrar fuentes intermitentes como la solar y la eólica sin comprometer la estabilidad de la red eléctrica nacional. Esta capacidad de almacenamiento ha sido clave para reducir la dependencia de las plantas térmicas de carbón, que aún representan una parte importante de la capacidad instalada.
Electrificación industrial y transporte sostenible
Otro de los ejes que han permitido la reducción de emisiones ha sido la electrificación de procesos industriales en sectores altamente contaminantes, como el acero, el cemento y la minería. Las grandes empresas estatales y privadas han comenzado a migrar hacia sistemas eléctricos, combinados con tecnologías de captura y almacenamiento de carbono (CCUS, por sus siglas en inglés), con el respaldo de subsidios gubernamentales y líneas de crédito verdes.
El sector transporte también ha mostrado una evolución destacada. China vendió más de 2 millones de vehículos eléctricos en los primeros tres meses de 2025, con una red de carga pública que supera ya los 2,5 millones de puntos en todo el país. Las flotas de transporte público, taxis y empresas logísticas también han acelerado su conversión a vehículos eléctricos, ayudando a reducir el consumo de combustibles fósiles en los principales centros urbanos.
Políticas públicas y compromiso estratégico
La reducción de emisiones no es un resultado casual, sino el fruto de una estrategia nacional cuidadosamente diseñada. En su más reciente Plan Quinquenal, el Gobierno chino ha puesto como eje central la neutralidad de carbono para 2060 y el pico máximo de emisiones para antes de 2030. Para ello, ha destinado más de 1,5 billones de yuanes en financiamiento climático, incentivos a la eficiencia energética e infraestructura verde.
El Ministerio de Ecología y Medio Ambiente ha reforzado la fiscalización ambiental en las provincias industriales y ha ampliado el alcance del mercado nacional de derechos de emisión, que ya cubre más de 2.000 empresas del sector energético, manufacturero y cementero. Este sistema de comercio de emisiones funciona como un mecanismo de mercado que premia a las compañías más limpias y penaliza a quienes superen los límites permitidos.
Repercusiones globales y reconocimiento internacional
La noticia ha generado una ola de reacciones positivas en organismos multilaterales y entidades climáticas. La Agencia Internacional de Energía (AIE) calificó el desempeño de China como “una muestra de que la transición energética es posible incluso en economías altamente dependientes del carbón”. Por su parte, Naciones Unidas ha reiterado que los avances chinos podrían inspirar a otros países en desarrollo a tomar decisiones más audaces en materia ambiental.
Desde Europa, los analistas energéticos han elogiado la forma en que China ha combinado políticas industriales con metas ambientales, generando un modelo escalable de desarrollo verde. Estados Unidos, en medio de su propia transición energética, ha mostrado interés en aumentar la cooperación técnica y diplomática con China en temas de descarbonización, eficiencia energética e innovación tecnológica.
Retos pendientes y hoja de ruta futura
A pesar de los avances, los expertos advierten que el camino hacia una economía totalmente descarbonizada aún presenta grandes desafíos. El carbón sigue teniendo un peso considerable en varias provincias, y la reconversión de plantas industriales requiere inversiones sostenidas y soluciones tecnológicas avanzadas.
El Gobierno ha anunciado que en los próximos meses se presentará una hoja de ruta actualizada hacia 2040, con énfasis en:
Expansión de la generación solar en techos urbanos
Fortalecimiento del hidrógeno como vector energético
Digitalización completa de redes eléctricas
Eliminación progresiva de subsidios a energías fósiles
Creación de empleos verdes para sustituir trabajos de sectores contaminantes
Conclusión
China ha dado un paso decisivo en la dirección correcta: demostrar que es posible crecer económicamente mientras se reduce el impacto ambiental. El descenso de las emisiones de CO₂, en un momento de creciente demanda energética, no solo refleja una transformación interna, sino que representa un mensaje potente para el resto del mundo: la transición energética no solo es necesaria, sino viable.
En un contexto de crisis climática, el modelo chino podría marcar el comienzo de una nueva era donde el desarrollo económico y la sostenibilidad dejen de ser antagonistas para convertirse en aliados estratégicos.