Las transformaciones contemporáneas del mercado energético están redefiniendo el protagonismo del petróleo. En ese escenario, China emerge como un actor central: no solo como consumidor, sino como arquitecto de nuevos equilibrios geoeconómicos. Este artículo reconstruye cómo las decisiones estratégicas de China podrían influir en el rumbo del petróleo global, con datos frescos hasta 2025.
Fecha:Friday 26 Sep de 2025
Gestor:INSTITUTO ISIEN
1.1 Evolución de la demanda
Se proyecta que la demanda mundial de petróleo crezca en 2025 en cerca de +700 mil barriles diarios (b/d), una cifra modesta frente a expansiones históricas.
La Agencia Internacional de Energía (IEA) revisó recientemente sus estimaciones: eleva su pronóstico para 2025 a 1,1 millones b/d de aumento, aunque advierte que el crecimiento seguirá siendo contenido.
La OPEP anticipa que la demanda media para 2025 rondará los 105 millones de b/d, con un crecimiento moderado hacia 2026 (106,3 millones b/d).
1.2 Oferta y presiones sobre precios
La OPEP+ está considerando aumentar su producción en 500.000 b/d para ajustar su cuota de mercado.
En 2025, la oferta crecería más rápido que la demanda, generando cierta presión bajista en los precios del petróleo.
Según BBVA Research, el precio promedio del barril Brent podría situarse en torno a USD 73 durante 2025, con tendencia descendente hacia niveles de equilibrio entre 2026 y 2027.
1.3 Inventarios y acumulaciones estratégicas
En el segundo trimestre de 2025, las reservas chinas de crudo aumentaron en 82 millones de barriles, apuntando a una estrategia de acumulación con fines de seguridad energética.
Esta acumulación puede actuar como una “retirada temporal” de oferta del mercado mundial, añadiendo tensión sobre el balance oferta-demanda.
2.1 Proyección de consumo y punto máximo
Un investigador estatal chino estima que la demanda de petróleo de China alcanzará su pico hacia 2027, con un incremento estimado de 100.000 b/d durante 2025.
Este análisis coincide con que el alza en demanda será cada vez más simbólica, marcada por el sector petroquímico más que por el transporte de combustibles.
2.2 Importaciones y dependencia energética
En 2025, China proyecta que sus importaciones de crudo aumenten un 1 %, llegando a cerca de 559 millones de toneladas, lo que equivale a unos 11,18 millones de b/d. Esto apuntala una dependencia cercana al 70 %.
A pesar de su expansión interna de reservas, China sigue dependiendo en gran medida del petróleo extranjero como fuente primaria de crudo.
2.3 Energía no convencional e iniciativa shale
PetroChina anunció recientemente que ha añadido 1,15 mil millones de barriles en reservas de petróleo de esquisto en su proyecto piloto Daqing Gulong.
Se espera que la producción de estos yacimientos crezca en 2025, contribuyendo a aligerar la carga de importaciones convencionales.
2.4 Transición energética interna
China ha superado metas renovables: para 2025, su capacidad solar instalada ha excedido los 1.100 GW.
El país proyecta incrementar de forma ambiciosa su capacidad limpia hacia 2035, con metas de ~3.600 GW de capacidad renovable.
Sin embargo, uno de sus retos clave será la integración eficiente de esa energía intermitente al sistema eléctrico y la gestión del exceso (curtailment).
3.1 Fortalecimiento estratégico y geopolítico
Con enormes reservas estratégicas y una posición central en la demanda global, China gana margen para maniobrar ante sanciones o rupturas de suministro.
Su poder adquisitivo en regiones productoras (Oriente Medio, África, América Latina) le permite negociar no solo precios, sino condiciones, moneda y lealtad geopolítica.
En mercados de petróleo podría impulsar acuerdos bilaterales en yuan, reduciendo gradualmente la dominancia del dólar en transacciones energéticas.
3.2 Reordenamiento del comercio del petróleo
China puede redirigir flujos de petróleo hacia cadenas de suministro más favorables: por ejemplo, consolidar rutas desde Rusia, Irán o África con condiciones estratégicas preferenciales.
Los países productores podrían quedar cada vez más dependientes de China como cliente de referencia, lo que les obliga a garantizar seguridad y respaldo político.
3.3 Presión competitiva para productores y empresas petroleras
La estrategia energética china implica que los precios del petróleo actuarán bajo presión estructural.
Las compañías petroleras globales deberán adaptarse: diversificación hacia gas, química, captura de carbono y negocios complementarios será esencial.
Los países exportadores deberán ajustar sus modelos fiscales y operativos para no depender exclusivamente del volumen de ventas de crudo.
4.1 Activos varados y sobreinversión en fósiles
Existe el peligro de que inversiones en infraestructura petrolera queden obsoletas si la demanda global retrocede antes de lo esperado.
El exceso de oferta no gestionado puede erosionar la rentabilidad de campos maduros, especialmente en productores marginales.
4.2 Integración y estabilidad energética
El manejo del desbalance entre generación renovable y demanda (y la intermitencia) será un reto técnico y regulatorio.
Las redes eléctricas chinas deberán reforzarse, junto con sistemas de almacenamiento, para absorber la transición energética con eficiencia.
4.3 Presiones internacionales y gobernanza climática
China está bajo escrutinio global sobre sus emisiones y compromisos climáticos. Su enfoque hacia el petróleo será observado de cerca por organismos climáticos y países vulnerables.
Además, su rol en el mercado podría generar tensiones con grandes potencias que desean preservar estructuras tradicionales del comercio energético.
China está en una fase de transición energética estratégica, donde su papel no es el del consumidor pasivo, sino el de diseñador de reglas. Su manejo de reservas estratégicas, combinada con apuestas por reservas no convencionales y renovables, la coloca en una posición de poder para moldear los futuros senderos del petróleo global.
El horizonte hacia 2027–2030 será decisivo: si China efectivamente alcanza su pico de demanda y desplaza gradualmente su peso hacia lo limpio y tecnológico, el petróleo perderá terreno no por obsolescencia repentina, sino por redefinición estratégica.
Este escenario impone nuevos desafíos y oportunidades: para los productores, para las empresas petroleras y para las naciones que aún dependen del crudo como fuente predominante de ingresos. China no está simplemente siguiendo el cambio: puede estar escribiendo sus reglas.