Las importaciones de fuel oil hacia la costa del Golfo de Estados Unidos alcanzaron en septiembre su nivel más alto en dos años y medio, según un informe publicado por la Administración de Información Energética (EIA). El aumento responde a la escasez de suministros provenientes de Venezuela y Rusia, países sobre los que pesan sanciones internacionales que han limitado su participación en el comercio global de crudo pesado.
Durante el último trimestre, las terminales ubicadas en Texas y Luisiana registraron un incremento sostenido de más del 30 % en la entrada de fuel oil, alcanzando un promedio de 325.000 barriles diarios, cifra no vista desde principios de 2023.
El aumento refleja los ajustes logísticos y estratégicos de las refinerías estadounidenses, que necesitan este tipo de combustible intermedio para mantener su capacidad operativa frente a un escenario global de cambios en la oferta.
El fuel oil, un subproducto del refinado del petróleo crudo, es utilizado tanto como insumo en procesos industriales como para la mezcla en refinerías de crudo ligero, predominante en la producción estadounidense.
La ausencia de crudo pesado procedente de Venezuela y Rusia, históricamente principales proveedores de este tipo de hidrocarburo, ha obligado a Estados Unidos a buscar nuevas fuentes de importación, principalmente desde México, Brasil, Canadá y Medio Oriente.
De acuerdo con la consultora Kpler Analytics, el volumen de importaciones provenientes de México aumentó un 22 %, mientras que Arabia Saudita y Kuwait incrementaron sus envíos en un 18 % y 15 %, respectivamente.
Sin embargo, los costos de transporte y los tiempos de entrega han elevado los precios en el mercado interno, afectando el margen de refinación.
Las sanciones impuestas por Estados Unidos y la Unión Europea a Rusia, tras su intensificación del conflicto con Ucrania, y las restricciones sobre Petróleos de Venezuela (PDVSA), han reducido drásticamente los flujos de crudo pesado disponibles en el mercado.
Washington ha mantenido un enfoque cauteloso frente a Caracas, permitiendo solo licencias limitadas a empresas estadounidenses para operaciones específicas, sin que ello implique una normalización del comercio petrolero.
Expertos señalan que, aunque estas sanciones persiguen objetivos políticos, también han modificado la arquitectura global del suministro energético, obligando a Estados Unidos —el mayor productor mundial de crudo— a importar volúmenes crecientes de derivados que no produce en cantidad suficiente.
“El sistema energético estadounidense, pese a su autosuficiencia en crudo liviano, sigue dependiendo de fuel oil y crudos pesados extranjeros para mantener el equilibrio en sus refinerías”, explicó Sarah Mitchell, analista de energía de Reuters Energy Desk.
El repunte de las importaciones ha tenido un efecto mixto en el mercado nacional.
Por un lado, ha permitido que las refinerías de la región del Golfo —como las de Motiva, Valero y Marathon Petroleum— mantengan su producción estable; por otro, ha generado presión inflacionaria sobre el costo de combustibles intermedios y mayor volatilidad en los precios del diésel y del bunker marítimo.
Según datos de la EIA, el precio promedio del fuel oil residual en Estados Unidos alcanzó 97,4 dólares por barril en septiembre, un aumento del 11 % respecto a agosto y el nivel más alto desde mediados de 2023.
Las autoridades energéticas prevén que las importaciones seguirán siendo altas durante el último trimestre de 2025, especialmente ante la temporada de mantenimiento en refinerías domésticas y el incremento estacional de la demanda de combustibles.
El crecimiento de las importaciones estadounidenses también tiene repercusiones globales.
Países como Arabia Saudita, Irak y México están aprovechando la brecha dejada por Rusia y Venezuela para consolidarse como proveedores estratégicos del mercado norteamericano.
Paralelamente, China e India se consolidan como los principales compradores del crudo ruso sancionado, generando un nuevo eje de comercio energético fuera del sistema occidental.
Los analistas advierten que esta redistribución podría alterar los flujos globales de crudo y derivados, presionando a la OPEP+ para mantener un equilibrio entre precios y producción en los próximos meses.
El récord en las importaciones de fuel oil hacia el Golfo de Estados Unidos refleja una realidad paradójica: el país líder en producción de petróleo ligero aún depende del crudo pesado extranjero para equilibrar su matriz energética.
Las sanciones a Venezuela y Rusia, sumadas a las tensiones geopolíticas globales, están redefiniendo las rutas del comercio petrolero y obligando a las refinerías estadounidenses a adaptarse con rapidez.
De mantenerse esta tendencia, el Golfo de EE. UU. se consolidará como uno de los principales polos importadores de combustibles intermedios del hemisferio occidental, marcando un cambio estructural en la dinámica energética del país.