El Gas Licuado de Petróleo (GLP) se ha consolidado como una de las energías más relevantes para la vida diaria y la industria en Latinoamérica. Su accesibilidad, facilidad de transporte, bajo costo relativo y mayor eficiencia ambiental respecto a combustibles líquidos lo convierten en un recurso esencial para cocción, calefacción, transporte, agroindustria y petroquímica.
Con una demanda regional en crecimiento y escenarios de transición energética, la producción de GLP enfrenta tanto oportunidades como retos profundos. Este artículo analiza el estado actual, los principales productores y las perspectivas estratégicas para el futuro.
El GLP es una mezcla de propano y butano, derivados principalmente de dos fuentes:
Procesamiento de gas natural
Refinación de petróleo
En Latinoamérica, el GLP cumple un rol crítico debido a:
Su uso masivo en hogares (más del 70% de los hogares en algunos países).
Aplicaciones industriales y agrícolas (secado de granos, producción química).
Alternativa al diésel en transporte liviano y flotas urbanas.
Menor impacto ambiental comparado con otros combustibles líquidos.
Producción de GLP en Latinoamérica: líderes regionales
Fuerte productor debido al desarrollo de Vaca Muerta, con abundante shale gas rico en líquidos.
Exportaciones crecientes a Chile, Brasil y Uruguay.
Producción concentrada en Neuquén, Tierra del Fuego y refinerías del centro del país.
Produce GLP principalmente como subproducto de refinerías y del pre-sal.
Altamente dependiente de importaciones complementarias, especialmente desde EE.UU.
Avanza en la expansión del procesamiento offshore.
Uno de los mayores consumidores de GLP del mundo.
Producción interna limitada; importa más del 60% del GLP que consume.
Pemex enfrenta desafíos en modernización de refinerías.
Gran potencial por reservas de gas y petróleo.
Capacidad reducida por falta de mantenimiento en PDVSA.
Relevancia futura si se rehabilitan plantas de fraccionamiento.
Camisea produce GLP de alta calidad, abasteciendo al mercado local con estabilidad.
Se han fortalecido las exportaciones en años de excedente.
GLP es uno de sus productos estrella de exportación energética.
Envíos regulares a Paraguay, Perú y Brasil.
Producción presionada por declive de megacampos.
Incremento moderado de producción gracias a nuevos proyectos de gas.
Reduce gradualmente la dependencia de importaciones.
Especialmente en países con baja penetración de gas natural por redes (Perú, Ecuador, Paraguay).
Sectores como minería, alimentos y agroprocesamiento aumentan su uso por eficiencia y menor huella de carbono.
México, Colombia y Perú lideran adopción en flotas urbanas, taxis y transporte ligero.
Dependencia creciente en Centroamérica y el Caribe, con mercados sensibles al precio internacional.
Plantas fraccionadoras limitadas.
Gasoductos y poliductos con cuellos de botella.
Deficiencias en almacenamiento (crítico para picos estacionales).
Afecta la rentabilidad de productores y refinadores.
Cambios en subsidios, tarifas y políticas de importación (especialmente en México, Perú, Argentina).
Refinerías de la región requieren modernización para optimizar el rendimiento de GLP.
La creciente infraestructura de GNL podría desplazar parcialmente al GLP en usos industriales.
Argentina, Brasil y Perú tienen proyectos para aumentar extracción de líquidos del gas.
México y Brasil podrían aumentar producción de GLP al modernizar sus complejos.
Perú, Bolivia y Argentina tienen potencial para convertirse en hubs de exportación hacia:
Caribe
Pacífico Sur
Andes centrales
Gasoductos y poliductos interconectados permitirían balances más eficientes y reducción de costos logísticos.
El GLP es una alternativa más limpia frente al diésel en transporte urbano.
La producción de GLP en Latinoamérica crecerá de forma moderada, impulsada por:
Nuevos desarrollos de shale y offshore,
Mayor demanda residencial e industrial,
Modernización de refinerías,
Evolución de políticas de subsidios,
Expansión de exportaciones.
Sin embargo, el crecimiento dependerá de la capacidad de la región para mejorar infraestructura, estabilizar regulaciones y atraer inversión privada.
De hacerlo, Latinoamérica podría consolidarse como exportadora neta de GLP en varios mercados y como un actor clave en la seguridad energética regional.