Turquía está reconfigurando su estrategia energética con una apuesta firme por el gas natural licuado (LNG), una decisión que podría transformar el mapa energético de Eurasia y poner en riesgo la posición dominante de Irán y Rusia como principales proveedores de gas por tubería al país.
Según un informe publicado por Reuters, el gobierno turco está acelerando la expansión de su infraestructura de importación y almacenamiento de LNG con el objetivo de cubrir más del 50 % de su demanda energética para 2028 mediante contratos con proveedores globales de gas licuado, como Catar, Estados Unidos, Argelia y Nigeria. Esta transición estratégica busca reducir la dependencia de los gasoductos transfronterizos, especialmente aquellos que conectan a Turquía con Irán y Rusia, cuyas relaciones energéticas han sido históricamente complejas y sujetas a tensiones geopolíticas.
Fecha:Tuesday 14 Oct de 2025
Gestor:INSTITUTO ISIEN
Actualmente, Turquía importa aproximadamente 47 mil millones de metros cúbicos de gas al año, de los cuales cerca del 40 % proviene de Rusia y otro 15 % de Irán. El resto se obtiene de Azerbaiyán y de cargamentos esporádicos de LNG. Con la nueva estrategia impulsada por el Ministerio de Energía y Recursos Naturales, Ankara pretende diversificar su matriz energética, aumentar la seguridad del suministro y tener mayor flexibilidad para negociar precios en el mercado internacional.
El país ha puesto en marcha una serie de terminales flotantes de regasificación (FSRU), entre ellas la de Hatay-Dörtyol y Saros, además de planes para ampliar la capacidad de almacenamiento subterráneo en Tuz Gölü, lo que le permitirá almacenar grandes volúmenes de LNG y optimizar el consumo según la demanda estacional.
Para Irán, este cambio representa una amenaza directa a su economía. El gas exportado a Turquía es uno de los principales ingresos en divisas para Teherán, en un contexto marcado por sanciones internacionales que limitan su capacidad de comercio global. Si los volúmenes de gas iraní enviados por el gasoducto Tabriz-Ankara disminuyen, el impacto podría ser severo: se estima que las ventas a Turquía generan entre 1.000 y 1.500 millones de dólares anuales para el gobierno iraní.
Por su parte, Rusia también enfrenta un escenario de pérdida gradual de influencia. Desde el inicio del conflicto con Ucrania, Moscú ha redirigido su estrategia energética hacia Asia, pero Turquía sigue siendo un cliente clave para Gazprom a través del gasoducto TurkStream. La reducción de volúmenes o la renegociación de contratos podría reducir la capacidad rusa de generar divisas estables en medio de las sanciones occidentales.
El viraje turco también tiene un trasfondo diplomático. Ankara busca consolidarse como un “hub energético” regional, capaz de recibir gas licuado de diversas partes del mundo y reexportarlo a Europa del Sudeste. Esta estrategia refuerza su papel geopolítico como puente entre Asia y Europa, al tiempo que le permite equilibrar su relación con potencias rivales como Estados Unidos y Rusia.
Expertos del Instituto de Estudios Energéticos de Oxford señalan que Turquía podría incluso llegar a reexportar LNG hacia los Balcanes y el Mediterráneo oriental, aprovechando su posición geográfica estratégica. “El objetivo no es solo diversificar el suministro, sino también ganar influencia como proveedor regional”, indicó el analista energético Mehmet Kaya.
El gobierno iraní ya ha manifestado preocupación por esta tendencia. Funcionarios del Ministerio del Petróleo en Teherán han señalado que Turquía debería “respetar los compromisos a largo plazo” establecidos en los contratos bilaterales, y han advertido que una reducción de volúmenes podría derivar en tensiones diplomáticas o renegociaciones de precios.
Mientras tanto, Rusia ha optado por un tono más moderado, señalando que “la diversificación es un proceso natural”, aunque Gazprom estaría explorando incentivos de precios y nuevos contratos flexibles para mantener su cuota de mercado.
El cambio estratégico de Turquía hacia el LNG marca el inicio de una nueva etapa en el panorama energético euroasiático. Si la tendencia se consolida, Irán y Rusia podrían enfrentar no solo pérdidas económicas significativas, sino también una reducción de su influencia política sobre uno de los principales mercados de gas de la región.
El desafío para Ankara será mantener el equilibrio entre su ambición de independencia energética y su papel como aliado estratégico —y a veces mediador— entre Oriente y Occidente.